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El día que el corazón de la tierra se detuvo – 2do lugar Concurso de Cuento Ambiental Coopetraban

La Tierra solía ser el planeta más hermoso y feliz  de todos los planetas y cuerpos celestes que Dios ha creado. Le encantaba jugar y realizar  largas caminatas con sus mejores amigos: la Luna y el Sol.

Después de cierto tiempo la “Damita Azul”, como acostumbraba llamarla el sol, empezó a sentirse extraña, sentía fiebres muy altas, fuertes dolores dentro de ella, le dolía mucho la cabeza. !Sentía que se secaba por dentro! Cada día que pasaba era peor. Su amigo el Sol la notó desalentada, triste y le pregunto “¿qué le pasa  hoy a  mi Damita Azul? ¿Qué te tiene tan triste?, hace días que  no sonríes ni juegas con nosotros. ¿Estás enferma?”. Ella con voz entrecortada  dijo “… ¡Ayy mi querido amigo, ni yo sé que es lo que me pasa! Me siento desanimada”.

“Creo que estoy enferma”. ”¿Cómo así?”, le contestó el sol “¿Cómo puede pasar eso?, algo dentro de ti no debe estar funcionando  bien”. “Debes consultar  un médico¡ Mira! En estos días  va a pasar cerca de ti un especialista muy bueno, se llama Kometín, él te puede examinar  y decirte  que te sucede, en unos días pasará, yo estaré atento para avisarte”.

“Está bien”, dijo la Damita Azul con voz ronca  y mucho desaliento “¡Esperaré, pero no creo  que resista mucho tiempo! ¡Me siento fatal! Cada día siento menos fuerzas y me seco por dentro. ¡Estoy a punta de un colapso!”. Transcurría el tiempo y  el doctor Kometín nada que pasaba y la Damita Azul casi ni se movía, incluso ya había perdido un poco de su color azul por un gris.

El Sol tampoco podía estar un tantito cerca de ella porque  su calor  le hacia daño, le ocasionaba quemaduras graves por dentro y eso empeoraba la situación.

Su amiga la Luna se sentía impotente por no poder hacer nada por su hermosa amiga, por eso lloraba a cada momento, porque no se imaginaba sin ella, incluso sentía que también se estaba enfermando. El Sol, en vista que  dos de sus amigas  ahora estaban  muy mal, comenzó a desesperarse porque el doctor Kometín nada que aparecía. Su angustia aumentaba porque la Damita Azul ahora empezaba a toser sin parar y cada vez que lo hacia salía humo por las grietas que se hicieron debido a las altas temperaturas  y a las quemaduras que le ocasionó su amigo el Sol sin querer. Ahora el Sol comenzaba a perder las esperanzas de ver  a sus dos amigas recuperadas y se echo a llorar y a gritar “¡Por favor, doctor Kometín, aparece  pronto, pronto, date prisa que mis amigas se mueren. ¡Apresurate…!”. Ya no podía parar de llorar porque le invadía la soledad.     

 Al instante escuchó el sonido como de un relámpago, levantó la mirada y vio que era Kometín que como iba tan rápido casi se le pasa y lo llamo…”¡Doctor, doctor, no se pase por favor, deténgase un momento! ¡Necesito su ayuda, mis amigas están a punto de morir! ¡Ayúdelas, por favor!”. El doctor sintió compasión del Sol y se detuvo “¿Qué es lo que sucede?”. Y el Sol le explicó todo.

Cuando fue a examinarlos dijo “mi amigo, la situación es grave y preocupante, hay una probabilidad de que la Luna se salve, pero…realmente a la otra señorita no hay mucho que hacerle. En poco tiempo se le va a detener el corazón, pues está  muy grave. No puedo hacer nada por ella”.

El Sol con gran tristeza y con la voz entrecortada le pregunta “¿de verdad, doctor? ¿realmente no hay nada que hacer? ¡Yo estoy dispuesto a hacer lo que sea por ella, no mas dígamelo!”.

Kometín le dijo: “ella solo se va a recuperar cuando comience a llover, los ríos  recuperen su caudal, se apaguen los incendios y las cositas que hay dentro de ella comiencen a hacer las cosas bien. No arrojar basuras en las fuentes de agua, no talar los árboles si no es necesario, no contaminarla y así por el estilo, de lo contrario su corazón se detendrá para siempre”. Cuando el doctor terminaba de hablar la Damita Azul dio su último suspiro.

El Sol asustado  le dijo: “¡De prisa doctor, ayúdela…su corazón se detuvo, haga algo!”.

Inmediatamente el doctor le dijo: “solo hay una forma, hay que hacer que llueva. Apresúrate, escóndete un momento y con mi cola haré cosquillas a las nubes para hacerlas reír hasta que lloren  de la risa”.

“¡Listo!,” dijo el Sol. A la cuenta de tres: uno, dos ,tres. Al cabo de unos minutos se empezó a escuchar  muchas risas  y al mismo tiempo empezaron  a caer gotitas de agua sobre la Damita Azul.

Y más y más…la Damita comenzó a reaccionar. El Sol  se dio cuenta y con mucha alegría decía: “¡Funcionó, funcionó doctor, la Damita está viva! ¡Está viva! Su corazón comenzó a latir otra vez. ¡Qué alegría!”.

Cada vez llovía más fuerte y la Luna y la Damita Azul se fueron recuperando. El señor Sol le dio las gracias al doctor Kometín.

Antes de continuar con su recorrido le dio unas indicaciones a la Damita Azul, a la Luna y al Sol. Que se cuidarán mucho, mutuamente, y que siempre estuvieran felices.

Ángel Leonardo Villera Argumedo
Oficina Sahagún, Córdoba

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